jueves, 26 de enero de 2012

¿Cómo hemos llegado a esto? Supuestamente nos teníamos que apoyar la una en la otra. Supuestamente teníamos que defender la una a la otra. ¿Dónde quedaron todas nuestras promesas? Llenas de buenas intenciones, pero ocultando oscuras verdades. Ya no creo nada de lo que digas. No volveré a confiar en ti, ya la fastidiaste una vez y lo puedes volver a hacer porque todo se repite, todo. Pero como comenzó todo esto. ¿Acaso fue culpa mía? Tengo que volver a recordarlo todo...
 Todo comenzó en ese año. Tú estabas enamorada de tu nuevo novio, y como siempre me dejaste sola. Porque es lo único que hacías, abandonarme. Pero esa vez decía que él era especial, que te hacía sentir viva. Y yo te escuché, porque eras mi amiga. Siempre te escuché. Luego llegó aquel día, en el que me lo presentastes. En seguida me llamó la atención y él se preocupó por mi. Mucho más que tú en toda nuestra vida juntas. Y a pesar de mis sentimientos hacia él, yo seguí a tu lado, aguantándo tus elogios y viendo como os querías, mientras yo lloraba por las noches. Porque yo sabía que no iba a romper todo por él. Porque eras mi amiga. Al final resultó que nuestros sentimientos eran mutuos y tu novio te dejó por mi, y cuando él me pidió salir, yo le acepté, pero te oculté porque sabía que te enfadarías. Pero durante un tiempo fui feliz, hasta que volviste tú. Siempre tú, rompiendo mi felicidad. Le contastes mentiras sobre mi, le obligaste a que me abandonara y en vez de preocuparse por mi, me hablabas de tus problemas con el nuevo chico al que perseguías. Pero yo te perdoné. No sé por qué, pero lo hice.
Meses después todo cambio. Te marchastes de mi lado, encontraste a otra a la que podías agobiar con tus aburridos temas de siempre. Yo me busqué la vida. Hice nuevos amigos que me escuchaban, que me apoyaban en todo. Deje de vivir bajo tu sombra. Así paso un año de nuestras vidas. Una mañana apareciste otra vez, solicitando mi ayuda. ¿Y qué hice yo? Ayudarte, porque te seguía viendo como mi amiga. Apesar de todo, te ayude. Te solucioné los problemas, aunque no me lo agradeciste. Todo cambio al año siguiente. Decidiste probar cosas nuevas. Experimentaste demasiado y tu mente no lo aguantó. Cambiaste, ya no eras la que solías ser. Me apartasteis de tu lado y yo seguí con mi nuevo grupo de amigos. Allí encontré a otra persona afín a mí. Salimos juntos durante dos años y le entrgué todo el amor que tenía. Y luego volviste tú. Te colaste en nuestra vida e intentaste romperlo todo, por todos los medios. Contándo mentiras, haciendo trampas. Él y yo te apartamos, intentamos que no nos rompieras, pero aún te quedaba un as en la manga. Le emborrachaste y te le llevaste, igual que un montón de otros chicos. Después se sentía horrible, tanto que rompió conmigo. Y así me tuviste a tu merced, otra vez. Pero esa vez abri los ojos. Ya no te volvería a aguantar. Te grité todo lo que durante años había estado en mi interior. Te lo grité y me quede muy tranquila. Te borre de mi corazón. Ya no significabas nada para mi. Aún así, intentaste poner a todo el mundo en contra mía, pero no lo lograsteis. Tu fama era superior a todas tus palabras. Todo el mundo sabía que utilizabas a la gente a tu antojo, que no tenias sentimientos verdaderos hacia nadie. Y así, te puedo decir hoy en día: me alegro de haber roto nuestra amistad porque no valía la pena. Tú tienes la culpa de todo. Tú sola provocaste todo el caos. Estoy mejor sin ti.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Capitulo 1

-¿Qué me dices si vamos al lago esta tarde?-preguntó el chico pelirrojo oscuro de ojos azul intenso.
Grace le fulminó con la mirada y siguió caminanando. Pero el chico seguía detrás de ella. Grace le ignoraba, por mucho que insistieran no iba a quedar con él, para ella era un pringado. Nunca serían nada, ni siquiera amigos.
El pelirrojo nunca paraba de atosigaría. Desde hacia cuatro meses iba detrás de ella, sin descanso, en todas las clases en las que coincidían, cuando se cruzaban por los pasillos. Conocía, incluso, los sitios donde quedaba con sus amigos.
Le odiaba tanto que casi se imaginaba las conversaciones que tendrían sus amigos a sus espaldas acerca de ese pegajoso. Ella era la más lista, guapa y popular de todos los cursos. Los nuevos que entraban cada año se maravillaban con ella, y los profesores la adoraban. Se creía perfecta y sus amigos eran parecidos a ella. Pero muchas personas la odiaban. Pero en el fondo, nadie sabía como era.
Finalmente se dio la vuelta y le gritó:
-¡Déjame en paz!-le dijo furiosa. El chico se sorprendió-¡Estoy harta de ti! ¡Olvídame de una vez!
Se marchó dándole la espalda. Ya no le seguiría más.
Él no se movió, se quedó parado, perplejo, sin poder pensar nada. Un empujón le devolvió a la realidad. Aún permanecía entre las cuatro paredes del asqueroso instituto. Frunció el ceño y se fue hacia la salida.

domingo, 1 de mayo de 2011

Zachary

La lluvia caía monótonamente, resbalaba por los edificios y se colaba en las alcantarillas. Gota tras gota. Un chico dejaba que la lluvia se deslizase por su pelo moreno y continuase por su cara. No le importaba que aquello sucediese, últimamente no le importaba nada. Toda su vida había cambiado en tan sólo unas pocas semanas. Había perdido lo más importante y había conseguido lo que siempre había soñado.
Zachary siempre había tenido una vida ordenada, normal, dirían algunos. Para él era su vida, divertida, con sus amigos, Josh, Jack y Dan. Gracias a ellos conoció a Emily, su primer amor, y a sus maravillosas amigas, Lizzy, Rachel y Helena.
Unos meses antes de que acabase el instituto y cada uno empezase la universidad, había discutido con su novia y ya no se hablaban, había abandonado el grupo de Josh por sus problemas y se perdió su salto a la fama. Comenzó a sentirse como si no debiera estar en ningún sitio y decidió recoger sus cosas, colgarse el bajo en la espalda y marcharse de su ciudad.
Ahora estaba en un lugar extraño, viviendo en un piso compartido y trabajando en un bar. La verdad, su vida era pésima. Su compañero de piso era un vago y no trabajaba en nada; su trabajo era malísimo y le trataban como a un esclavo; y la ciudad era muy rara. Lo peor de todo eran los recuerdos. Siempre estaban atosigándole.
Unas semanas después de que despareciese de su antigua ciudad, se escuchaban en la radio los primeros sencillos del grupo de sus antiguos amigos. Sonaban muy bien, pero cuando daban la información de los componentes de la banda, nunca aparecía Jason, el que le sustituyó. Era extraño. No le dio más importancia y siguió con su asquerosa vida.
Días después, estaba trabajando y en la barra se sentó un chico joven con unas gafas de sol negras y vestía una cazadora de cuero negra. Mientras servía a otros clientes, le miraba de reojo y pudo observar cómo se revolvía el pelo moreno que tenía. Ese gesto lo había visto antes. “¡No podía ser!” pensó perplejo. Despachó rápidamente a los clientes con los que estaba ocupado y se acercó al extraño visitante. Abrió la boca para decir algo, pero le cortó el cliente.
-¡Zack!¡Qué casualidad verte aquí!- sonrió ampliamente guardándose las gafas de sol en un bolsillo de su cazadora.
-Hola, Josh. ¿Qué haces aquí?- respondió bruscamente a su antiguo amigo.
-Venga, tío, ¿no te alegras de verme?
-No mucho-replicó mirándole fríamente.
-Eres un borde, ¿lo sabías?-dijo dándose por vencido.- Hemos venido porque tocamos aquí, en una pequeña sala y he pensado en pasarme a verte. –Sonrió y le tendió un cartel en el que se anunciaba el concierto. Zack no lo cogió y lo dejó sobre la barra del bar.- He pensado que sería una buena oportunidad para volver a vernos.
Zack no dijo nada y miró hacía otra parte. Su amigo suspiró tristemente, se puso sus gafas y se marchó del bar.
Cuando Josh no estaba, cogió el cartel y lo observó. Tocaban esa noche a las nueve, él salía de trabajar a las ocho. Lo estuvo pensando todo el día y no sabía si ir o no. Ir significaría volver a ver a Emily, pues sería muy probable que estuviese allí. No ir… no sabía qué significaría eso.
Salió de su trabajo y paseó por la calle, aún dándole vueltas al concierto. Caminó sin rumbo fijo, sus pies le guiaban. Un gran ruido hizo que se percatase de dónde estaba. Miró a su alrededor y vio la entrada de una sala atestada de gente. En la entrada había dos gorilas vigilando a la multitud. Zack sonrió y se acercó a la puerta. Se paró enfrente de los gorilas y se presentó. Primero le miraron, después uno asintió y el otro se metió dentro.  Al cabo de un rato salió Josh.
-Sabría que vendrías-dijo dándole un abrazo.- Venga, entra, te estábamos esperando.
Pero Zack no quería entrar. No avanzó. Se empezaba a arrepentir de haber ido allí. No debería haberlo hecho. Había sido un error.
Josh siempre supo lo duro que fue todo para él. Pero era muy amigo de sus amigos y, ni aunque pasasen muchos años, los iba a dejar de tratar como tales. Por mucho mal que hiciesen, por lo que siempre intentaba resolver las diferencias que surgían entre ellos.
Pero aún así, Zack no quería entrar. Dentro estaría la persona a la que más quiso y a la que más daño hizo. No quería verla y despertar esos sentimientos que un día lo cambiaron todo. Josh lo sabía y por ese motivo quería que entrase, tenía que aprender a aceptar ese hecho. Tenía que entrar y verles tocar.
Zack se dejo llevar y entró. Josh se marchó y a los pocos segundos toda la gente congregada en la puerta entró a la sala. Se quedó al fondo y vio cómo salían al escenario, ocupando su lugar estaba Jason, moviéndose por el escenario como si hubiese nacido para ello. La gente saltaba enloquecida y coreaban a voces sus canciones. Al final, Zack también se contagió de la emoción del concierto y sonrió viendo cómo lo disfrutaban sus amigos.
A su lado apareció una chica bajita con un lazo a modo de diadema en su pelo castaño claro. Sólo por ese detalle ya sabía quién era. Emily levantó la vista un momento y le miró fijamente. Sus miradas se cruzaron, pero Zack la apartó. “¿Por qué habría ido?” pensaba amargamente, solo conseguiría despertar recuerdos tristes. Hasta que terminó el concierto Emily permaneció a su lado e incluso después, cuando la gente vació la sala seguía allí. No se movió. Zack tampoco.
En la sala ya no quedaba nadie, estaba despejada. Por una puerta salió Lizzy, y al verlos corrió hacia ellos.
-¡Emily!-gritó cuando llegó a su lado. Se colocó su melena rubia detrás de la oreja y la sonrió- ¡Desapareciste en medio del concierto!
Emily se encogió de hombros y miró disimuladamente a Zack. Entonces Lizzy le vio. Su primera reacción fue de sorpresa. Estaba tan cambiado. Pero no le dijo nada.
Zack fijó la vista en otro punto de la sala.
Lizzy pidió a Emily que la acompañase un momento a los camerinos donde estaban el resto. Así, se quedó solo en la sala. Su vista se dirigió hacia el escenario. Aún no había recogido el equipo, con lo que todos los instrumentos seguían allí. Se acercó silenciosamente y se subió. Cogió un bajo negro y se lo colgó. Cuando se lo colocó y pasó sus manos por sus cuerdas, se dio cuenta de lo mucho que lo había extrañado. Hacía semanas que no tocaba nada y unos dedos se situaron encima de las cuerdas mientras otros comenzaban a tocarlas. Mientras tocaba esa sencilla canción, se sintió muy feliz y se atrevió a cantar un poco. Josh le había enseñado a cantar para que hiciese los coros en el grupo cuando comenzaron a practicar en su garaje. De eso hacía ya cuatro años. Mucho tiempo, demasiado, pensaba Zack. Hacía un año conocieron a Lizzy y con ello conoció a Emily, antes de estar con ella, estuvo con una chica que le trató muy mal y a la que nunca perdonó y allí estaba Emily dispuesta a ser la cura para sus males, pero al final, él se convirtió en el veneno que destrozó todo lo que habían formado. Todo, absolutamente todo.
Un aplauso le sacó de sus pensamientos, paró de tocar y se giró. Allí estaba Josh y detrás de él, Jason, Jack, Dan y al fondo las chicas. Jack se lanzó sobre él dándole un gran abrazo que le cortó la respiración. Jack y él habían creado una relación parecida a la existente entre hermanos. Le devolvió el abrazo y el resto se acercó. Le saludaron calurosamente pero ni Emily ni Lizzy se encontraban allí. Lizzy, después de salir durante un año y medio con Josh, había cogido su misma costumbre de preocuparse por sus amigos. Suponía que la estaría reprochando su comportamiento con él.
Después de la bienvenida, les ayudó a recoger todo y cargarlo en una gran furgoneta.
Zack se despidió de ellos y se fue a hacer sus maletas, no pensaba quedarse más tiempo en esa horrible ciudad. En la entrada estaban Emily y Lizzy, no hablaban y cuando él llegó, Lizzy se marchó. Se acercó a Emily y la abrazó. Sólo a modo de saludo entre amigos, porque eso era lo que eran, sólo amigos. Emily lo entendió enseguida y le devolvió el abrazo, sin necesidad de palabras se habían entendido y se habían perdonado. Ahora ya todo marcharía bien. Se separaron y se despidió de ella.
A la mañana siguiente ya estaba en la gasolinera en la que habían quedado, dispuesto a marcharse. Otra vez todos juntos.

jueves, 10 de febrero de 2011

-¡Branwen McCaslin!
La aludida despertó sobresaltada de su profundo sueño. Por un momento no supo dónde estaba y poco a poco se dio cuenta de que estaba en clase.
 -Lo siento, Sra. Alley- respondió frotándose los ojos.
 -Después de clase, hablaré contigo- sentenció con el ceño fruncido.
 La clase se reanudó y al finalizar, Branwen se acercó a la mesa de la profesora. La Sra. Alley era una mujer bastante mayor y a mucha gente le recordaba a una abuela por su interés en cada uno de los alumnos.
 La profesora levantó la cabeza y la sonrió maternalmente.
 -Llevas tan solo un mes aquí y me preocupa que no te hayas adaptado a este internado. Sé que al principio cuesta, pero te veo siempre tan distraída y no hablas con nadie. ¿te ocurre algo?
 Bran no respondió, se la quedó mirando y la profesora suspiró y con un movimiento de mano, la pidió que se marchase.
 Bran salió. Era verdad que no se acostumbraba, pero era porque lo odiaba. Sus altos muros y sus estrechos ventanales por los que casi no entraba luz. Y ese aspecto lúgubre que tenían todos los pasillos y las habitaciones. Lo peor eran los extraños alumnos que vivían en él. Unos eran vampiros y había algún hombre-lobo. El resto que eran humanos poseían varios poderes, algunos tres y otros sólo dos. Ella poseía la hidroquinesis que se había desarrollado cuando tenía diecisiete años. Apenas lo recordaba, como cada vez que usaba su poder, siempre olvidaba todo lo que había ocurrido. Lo único que podía hacer con él era crear pequeñas bolas de agua y darles forma.

viernes, 21 de enero de 2011

La lluvia caía monótonamente, resbalaba por los edificios y se colaba en las alcantarillas. Gota tras gota. Un chico dejaba que la lluvia se deslizase por su pelo moreno y continuase por su cara. No le importaba que aquello sucediese, últimamente no le importaba nada. Toda su vida había cambiado en tan sólo unas pocas semanas. Había perdido lo más importante y había conseguido lo que siempre había soñado.