jueves, 10 de febrero de 2011

-¡Branwen McCaslin!
La aludida despertó sobresaltada de su profundo sueño. Por un momento no supo dónde estaba y poco a poco se dio cuenta de que estaba en clase.
 -Lo siento, Sra. Alley- respondió frotándose los ojos.
 -Después de clase, hablaré contigo- sentenció con el ceño fruncido.
 La clase se reanudó y al finalizar, Branwen se acercó a la mesa de la profesora. La Sra. Alley era una mujer bastante mayor y a mucha gente le recordaba a una abuela por su interés en cada uno de los alumnos.
 La profesora levantó la cabeza y la sonrió maternalmente.
 -Llevas tan solo un mes aquí y me preocupa que no te hayas adaptado a este internado. Sé que al principio cuesta, pero te veo siempre tan distraída y no hablas con nadie. ¿te ocurre algo?
 Bran no respondió, se la quedó mirando y la profesora suspiró y con un movimiento de mano, la pidió que se marchase.
 Bran salió. Era verdad que no se acostumbraba, pero era porque lo odiaba. Sus altos muros y sus estrechos ventanales por los que casi no entraba luz. Y ese aspecto lúgubre que tenían todos los pasillos y las habitaciones. Lo peor eran los extraños alumnos que vivían en él. Unos eran vampiros y había algún hombre-lobo. El resto que eran humanos poseían varios poderes, algunos tres y otros sólo dos. Ella poseía la hidroquinesis que se había desarrollado cuando tenía diecisiete años. Apenas lo recordaba, como cada vez que usaba su poder, siempre olvidaba todo lo que había ocurrido. Lo único que podía hacer con él era crear pequeñas bolas de agua y darles forma.

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